No sé que es peor si el dolor o el cansancio. Despertarte
contenta porque has conseguido dormir de un tirón cinco horas seguidas y que
esa alegría se esfume rápido. Minuto a minuto desaparece en cada pequeño
esfuerzo. Caminar por el metro, despegar el culo de la silla en el trabajo,
arrastrar aquella caja, escribir en el ordenador… todo se hace un mundo a
medida que pasan las horas. El dolor de las articulaciones va bajando y el cansancio
aumenta. Truco o trato, truco o trato, truco o trato, dolor o cansancio,
cansancio y dolor…
Entonces cuando pienso que voy a entrar en un bucle de
desesperación y tristeza me viene a la cabeza su bella estampa.
Pienso en todas
sus operaciones, las recuperaciones, las secuelas, los efectos secundarios y
los daños colaterales y la veo con su sonrisa, pintando con sus colores,
recortando castores que comen galletas de las revistas, para forrar cajas
temáticas que hace para las personas que quiere, jugando al Candy Crush y
leyendo cuando ya no le quedan fuerzas… El entusiasmo con el que te cuenta el
documental que ha visto, o que al Nacho no le ve trigo limpio o cuando te confiesa
que se ha podido levantar por la noche sola y que le dolía mucho, pero que
lloraba para adentro para no despertar a tu hermana para que por un ratito
pueda descansar…
Cuando pienso en su sonrisa, mientras la
atacan las enfermedades por múltiples frentes, empiezo a flotar sobre mí misma y
es cuando vuelvo a creer que el dolor no es eterno y no hay cansancio que no lo
combata un sueño reparador y que mañana volverá a salir el sol, aunque tenga
que huir de él y definitivamente salgo del bucle de tristeza y negror,
impulsada directamente por una patada en el trasero. Aunque sigo dudando sobre
lo que es peor si el cansancio o el dolor…