Las mentiras pueden llegar a ser mortales. La flecha de su amado, mató al que intentaba violarla. Agonizante le mintió, contando que su sangre tenía el poder de hacer que una persona la quisiera por siempre. Cuando las dudas del amor empezaron a llegar, untó la manta de su amado con la sangre del violador. La muerte fue dolorosa y lenta, como lo fue la de ella, ahorcándose al saber que pensando que lo que hacía era eternizar su amor lo que hizo realmente fue acabar con su vida.
Me impactó tanto la leyenda que adopté su nombre para los cuentos que escribía en aquel periódico hace ya tantos y tantos años: Deyanire. Por ella y por todas las personas que pensando que hacían lo correcto, lo que en realidad hacían era precipitarse al vacío.
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