17 ó 18 años recién cumplidos debía tener. Cuatro meses en la empresa. Un viaje a Bélgica de una semana organizado por una compañía aérea ya desaparecida y la Oficina de Turismo de ese país en España. Una jefa que echaba humo por las narices. Siempre había ido ella a esos viajes, y en aquella época yo ya me defendía con el inglés, el francés y un poco de italiano (que difícil y no lo parece) y ella a duras penas hablaba catalán, igual en la intimidad como el Aznar. Yo estaba muy emocionada iba a ser mi primer viaje en avión y una semanita en Bélgica descubriendo todos los tesoros que allí descubrí. Tenía mi DNI caducado (en aquel entonces sólo tenía uno) y consulté en una comisaría: “Noooo, para ir a Bélgica no pasa nada. Con el carné así no te dicen nada”.
Así que me planté el día señalado, a las siete de la mañana en el aeropuerto. Localicé al grupo. Al facturar me tocó la fila 13 y me preguntaron si tenía problemas con ese número y yo que va al contrario si me ha gustado siempre... Pasamos por el control y los de seguridad no pararon a nadie. Bueno a nadie menos a mi. “Perdón, perdón los billetes, su identificación…”. Quedaba un cuarto de hora para embarcar. Allí mismo, sin anestesia ni nada, me dicen que con el carné caducado no puedo salir. Glupssss, glupsss y glups con que no pasaba nada, con que no pasaba nada... Un chico de la aerolínea organizadora me acompañó a una comisaría y allí de ventanilla en ventanilla lo único que conseguí es un resguardo de que estaban tramitando mi pasaporte y que no servía para nada. Cansada de ir de un lado a otro volví al aeropuerto.
El siguiente avión salía a las 3 de la tarde. Intenté pasar desapercibida, pero claro ya se habían quedao con mi cara y cuando les enseñé el resguardo me dijeron que eso no servía para nada. Intenté convencerles de que en la comisaría me dijeron lo contrario (mentiraaaa), pero no coló. Yo cada vez estaba más desesperada. Ya veía los colmillos de mi jefa brillando. Llegué a tal punto de desesperación que les expliqué que o me dejaban pasar o me despedirían, que además me darían una patada en el culo, que mi jefa iba a disfrutar con mi batacazo que por favor que por favor y estaba tan desesperada que rompí a llorar. No fue premeditado para darles pena ni nada, es que tenía encima un agobio que no podía con él. Los de seguridad se quedaron pasmados. No sabían que hacer, así que fueron a buscar al responsable de seguridad. Allí seguía yo, llorando a mis anchas... así que al final se compadecieron de mi y me dijeron: “Mira, te dejamos pasar. Todo sea que al llegar a Bruselas te envíen de nuevo para aquí”. Con las lágrimas en la cara ahora lloraba de felicidad. Gracias, gracias, gracias, de verdad, al menos me dejáis intentarlo. Si es que no, pues mala suerte. Gracias, gracias… Y con la cara de haber llorado de lo lindo, ocupé mi asiento al lado de la ventanilla y llegó el momento del despegue y verlo todo pequeñito desde el aire y las nubes… era feliz. No pensaba en la posibilidad de un regreso anticipado a España. Lo que tenga que ser será. En el control del aeropuerto de Bruselas se miraron mi carné y no me dijeron nada! Olé olé olé. No sé como lo hice pero acabé cogiendo un autobús y dando con el hotel donde estaba el grupo y esa noche ya pude cenar con todos ellos. A la mañana siguiente me levanté a las seis para recuperar el tiempo perdido y hacer unas fotos. Menuda decepción con el Maneken Pis. Que pequeñito allí en la esquina. Le hice una foto y me marché, pensando que la figurita era igual que mi problema que pensaba que era enorme y al final fue chiquitín, chiquitín.
Entre los recuerdos que compré, había una caja de bombones de estupendo chocolate belga para los amables señores de seguridad que se compadecieron de una servidora, of course.