Ayer fue mi cumpleaños. No es una fecha que me deprima. Soy de las que piensan que no importa los años que cumplas sino como los lleves, que no es un año menos de vida sino uno más de experiencia y que el balance que hagas depende siempre del cristal de las gafas que te pongas.
Cosas malas del último año: la ausencia durante seis meses de mi madre, las enfermedades familiares, la pérdida de la Sky…
Cosas buenas: la certeza de lo mucho que echo de menos a la madre que me parió cuando se va, el no perder la esperanza ante enfermedades cuando las pintan mal y luego salen las cosas bien, el comprobar lo necesario y muy importante que son los amigos en momentos de bajón, el haber podido contar con ellos… Definitivamente gana esta balanza. Mis cristales son azul cielo.
Ayer no fue un día triste, pero hoy sí que lo solía ser, desde hace cinco años. Hoy es el día en el que toda decidida fui a buscar los resultados de los análisis de mi padre y nuestro mundo cambió. Digo que solía ser porque la madrugada del domingo recibí el mejor regalo de todos. Soñé con mi padre que estaba vivo y comía con nosotras y lo pasábamos genial. Me levanté muy contenta y todavía me dura esa extraña sensación de bienestar de haber podido compartir con él unas horas aunque haya sido en sueños, pero a veces son tan reales.
Y no me voy a despedir sin informar de los años que cumplo… 35 por el culo te la hinco! Aunque yo pensaba que cumplía 36. ¡Todo el año pasado convencida de que ya tenía 35! Si es queeeee….