domingo, julio 24, 2011

Hey little girl...

Los pies cruzados en la baranda del balcón de aquel hotel de Las Ramblas. Los cascos me susurraban  una y otra vez canciones de Bruce. Por la habitación, restos de la noche anterior compartida con M. No quería que me quedara sola esta vez. Un cartón de zumo de melocotón y uva, lonchas de salami y pan de molde… Creyó que eso me gustaría. Me bebí todo el zumo, mintiendo que me encantaba, para los bocadillos que nos hicimos no tuve que fingir...

La maleta preparada, esperando a ser arrastrada de nuevo, tras una temporada inmóvil  en aquella habitación. Yo esperaba también y ellas no pudieron esperar más. Se escaparon todas de golpe, tan saladas y húmedas, nublando mi vista y surcando mi cara. Sin una mueca, ajena a ellas que iban bajando como minúsculos ríos, independientes totalmente a mi voluntad.
Cuatro horas de espera fueron suficientes. Recogí mi maleta y mis lágrimas y abandonamos juntas el lugar.

22 años después solo me viene esa época a la mente cuando vuelvo a escuchar a Bruce y de la tristeza infinita que sentí en aquellos momentos, ya no queda ni una sombra. Solo una anécdota de juventud. El tiempo pone las cosas en su sitio real, aunque en los momentos en que lo estás viviendo te creas que no podrás nunca poder verlo de otro modo y realmente no es así. Habla la voz de la experiencia.


martes, julio 19, 2011

I'm so tired...

Estoy cansada de madrugar, de no dormir, de que se me escapen los días entre los dedos, de no ser dueña de mi tiempo, de ser señora de mis obligaciones, de que mi cara refleje lo que siento y lo que pienso la mayoría de las veces, del transporte público, del tiempo cambiante y las ideas fijas, de las gafas de sol y las noches sin luna, de las batas blancas, de los corazones negros, los pensamientos grises y de mi olfato superdotado las mañanas en el metro.

Nunca me cansaré de los abrazos de mi madre, de las risas de los que quiero, de reírme hasta que me duele el estómago, de cantar aunque lo haga fatal, de reír aunque tenga ganas de llorar, de reír hasta llorar, de las conversaciones degenerativas, de los mejillones, de la felicidad ajena, de la alegría propia, de los mojitos y de los descubrimientos propios y ajenos. Creo que necesito urgentemente unas vacaciones, por mi salud mental y la de los que me rodean.


miércoles, julio 13, 2011

I promise myself…

Acudí rauda a su llamada desesperada. Hice los 365 kilómetros de rigor y sobre su cama despotricábamos del mundo y sus extraños habitantes. Enya nos acompañaba, poniendo banda sonora a nuestras palabras, abrazos, risas y lloros.

La emoción del reencuentro me impidió darme cuenta de lo mucho que había cambiado.

- Estás hecho una mierda y ¿esta barba… esas ojeras? Te me afeitas y te me pones tan guapo como me tenías acostumbrada.
Vámonos de marcha ahora mismo.
- No tengo espuma de afeitar...
- Da igual, probemos con espuma del pelo

Salió bastante airoso de la escabechina y entre risas, tiritas, abrazos y mimos nos fundimos con la ciudad. Al segundo cubalitro ya estábamos hablando en inglés. Nos daba por hacer esa clase de tonterías cuándo bebíamos.

Reímos, bailamos, bebimos y nos mezclamos con un equipo de fútbol suizo. Salí de la mano de uno de los jugadores y me fui a otro local. En medio de los besos caí en la cuenta de que no había avisado a M. y salí disparada, sin dar ninguna explicación, a ver si le localizaba de nuevo. El pobre suizo debió pensar que besaba realmente mal. M. ya no estaba en el local y mientras esperaba me hice amiga de las camareras que me invitaban a bebidas que, por petición mía, eran ya sin alcohol. Un amigo de las camareras se ofreció a ayudarme a encontrarle y cuando íbamos a entrar en el segundo local sin éxito alguno apareció de nuevo.

Me contó una historia surrealista de un local de ambiente en el que acabó con un anciano que le echaba los tejos. Empezó a llover y teníamos que irnos. El paraguas que llevábamos estaba bajo los pies de una pareja que se daba el lote encima de él. Nosotros mirándonos sin querer interrumpir y mirando el paraguas y mirándonos a nosotros, sin parar de reir, juntitos de pie frente a la pareja. No sé como, pero lo recuperamos y salimos riéndonos y un poco menos borrachos. Contentos de volver a estar juntos, abrazados y recordando nuestras pericias paralelas.

No puedo evitar que cada vez que suena esta canción me venga a la memoria ese fin de semana.

Y efectivamente lo prometido es deuda… de vez en cuando digo una oración por ti, Marcos.

lunes, julio 04, 2011

You exhibitionist!...

- ¿Mama, te puedo enseñar el culo? ¡Lo tengo moreno!

- ¡Que no!

- ¿Y una teta?

- Anda tira para fuera…

- Jo…

- Sabes, Jairaki, ya sé de dónde te viene tu exhibicionismo, creo que lo heredaste de mí. Cuando tenía 8 años tuve una caída y me llevaron a una farmacia cercana a curarme y mi madre no sabía dónde meterse cuando al levantarme la camisa descubrieron flores pintadas con bolígrafo alrededor de mis tetas y mi ombligo. Con sus pétalos y todo.

- ¡Qué grande mama! Me alegro de haberlo heredado de ti.

Mientras Lara y una servidora íbamos caminando, descojonándonos de la risa, imaginando las florecillas y mi madre nos daba más detalles de su caída, volví a insistir sobre el tema de hacerme un tatuaje de una cremallera que tape una cicatriz. Aunque quizás la idea de las flores y sus pétalos…

De repente me acordé y mi madre me lo confirmó. Tendría apenas 8 años y estábamos en una tienda para comprarnos la ropa de baño del verano. Nos enseñaban modelos y yo me obcequé con un bañador azul con bolitas en la parte de abajo del tirante y me aferraba a él. Mi madre insistía. De verdad que si quieres bikini te coges bikini, que te dejaré llevar la parte de arriba. No, mama si no es por eso. Me gusta éste. Mentía como una bellaca y lo hacía, como muy bien se imaginaba mi madre, porque no quería estar en la playa sin la parte de arriba y encontrarme con alguien de mi clase o del campamento.

Salimos de la tienda con mi bañador. El dichoso bañador me hizo unas heridas a la altura de los tirantes que escocían como un demonio con la sal del mar y que yo me callaba, hasta que las heridas eran ya tan tremendas que no pude aguantar más. Así que acabé aquel verano con el bañador enrollado en la cintura y dos heridas enormes a la altura del pecho. Ves cabezona, si te hubieras comprado el bikini…

Creo que además de los genes de mi madre, ese trauma veraniego me convirtió en lo que soy hoy … ¡una exhibicionista de mucho cuidado!


domingo, julio 03, 2011

El hombre delgado que no flaqueará jamás....

La vida te pone en el camino ciertas personas ante las que te quitas el sombrero y les dedicarías reverencias de 180º, reservadas en Japón a la familia imperial. Son esa clase de personas que si no las conoces ni conoces su historia, podrían llegar a pasar por personas normales. Ahí radica también parte de su magia, nunca presumirán de sus muchas virtudes y muchas veces ni siquiera son conscientes de ellas.

Me pasa con M. La persona más modesta, buena, inteligente, sonriente, divertida, positiva y alegre que haya tenido el enorme placer de conocer. Siempre hablaba mucho de ella a mis hermanas y aunque no me dijeran nada, a veces notaba un pequeño gesto como… otra vez hablando de M. Pero bastó con que compartieran unas horas con ella, para que me dieran toda la razón. It’s so special.

Lo mismo me ha pasado con Barbas. Todo un ejemplo de fortaleza, temple, entereza y coraje y todo ello siempre con la sonrisa dibujada entre la barba, por muy duros que sean los días. Leí en algún sitio que las cosas malas pasan a las personas fuertes y especiales porque están preparados para superarlas. Pero, ¿no es hora de que tengan un pequeño respiro? Creo que es más que justo y necesario.



viernes, julio 01, 2011

Arrepentimiento...

Si volviera a nacer, si empezara de nuevo… habría algunas cosas que no volvería a hacer… Es lo que tiene el arrepentimiento. Mi primer beso en París, aquel maldito concierto de Presuntos Implicados, algunas respuestas dadas, cartas no contestadas… Unas pesan más que otras y algunas las acabo sacando de la lista. Otras que tendrían que estar dentro, no están y sólo yo sé las razones de peso que tienen, para no merecer castigo ni redención alguna.

Pero me duelen mucho más las cosas que debería haber hecho y no hice. Espinas que se te clavan en lo más profundo de tu ser y que sólo una máquina del tiempo podrían curar.

No me arrepiento de haber gritado a aquella enfermera y de haber estado a punto de soltarle un puñetazo, cuando me decía que mi padre estaba bien que no era necesario avisar al médico de guardia. Le salvó que descolgó el teléfono, al ver mi cara de loca, y que a los dos minutos tres médicos atendían a mi padre. De lo contrario sobre su párpado ese día se hubiera llevado algo más que sombra de ojos y rímel.

Pero de lo que siempre me arrepentiré y no me vale ninguna de las razones que me dan es no haber colado en mi bolso a Sky , la perrita de mi padre, y haberla llevado a su habitación de hospital y que se hubieran podido despedir. Creo que nunca me lo podré perdonar y tengo claro que si volviera a nacer habría ciertas normas que me saltaría con tal ímpetu que dejaría a Sergéi Bubka a la altura de principiante.