Era lunes y como todos los lunes el alma me pesaba ahí mismo, abajo del saquito de los cojones…
Durante los meses que estuve de baja tuve tiempo infinito para leer y empecé a apuntar en libretas, entre otras cosas, la frase con la que empezaba el libro y la que me despedía de él definitivamente. Luego también apuntaba las que me gustaban o me hacían pensar y otras con las que estaba tan de acuerdo como si las hubiera parido yo misma.
Esta forma de vivir los lunes es el inicio de La flaqueza del bolchevique y en esta misma lectura encontré una gran perla con la que me sentí muy identificada. Tanto que incluso me permití el lujo de añadir tres palabras entre paréntesis…
"No me importa la desilusión ni los pensamientos deprimentes (ni el dolor), porque de esa vegetación está mi jardín infestado y ya he aprendido incluso a darle forma a los setos" (página 63).
Sonrío ahora al releerlo y me doy cuenta de que una servidora tenía más razón que una santa cuando me repetía a mi misma en los momentos más duros de la recuperación… El dolor no es eterno, el dolor no es eterno, el dolor no es eterno.