jueves, noviembre 25, 2004

Platos rotos...

Hoy a la hora de comer he roto un plato y me ha venido a la memoria lo mal que lo pasaba de pequeña. Si por alguna de aquellas patosidades, rompía un vaso o una taza mientras fregaba, el drama posterior era inmediato y tremendo. Unas lágrimassss, un disgusto… Mis padres asustados siempre me preguntaban lo mismo… ¿Te has cortado, te has hecho daño? No, no. ¿Pues entonces porqué lloras? Y yo seguía con mi inconsolable lloro que iba amainando en hipillos. Lloraba porque me sabía muy mal haber roto algo que hace unos momentos estaba íntegro y que ellos habían comprado y ya no volvería a estar allí, en la estantería.

En el colegio, durante una época llevé gafas, y un día el cristal me saltó entero al suelo. Me pasé las dos horas que quedaban de clase llorando. La maestra llamó a mi madre. Ella no hacía nada más que decirme que tranquila que no me iban a reñir. Pero era tal mi disgusto que yo no atinaba a decir que no era por eso por lo que lloraba sino porque las había roto y ellos me las habían comprado y el cristal era mucho más importante que una taza o un plato. Al llegar mi madre, me tranquilizó que lo bueno era que no me hubiera hecho daño, que no pasaba nada, que me comprarían otro cristal… ¿Otro? Pensaba yo. ¿Para qué? ¿para volverlo a romper? Y entonces lloraba más fuerte. La maestra no entendía nada. ¿Pero si no la riñes porqué llora? Nunca jamás me habían reñido por algo que hubiera roto.

Un día, antes de comer, me estaba lavando las manos. Me miraba al espejo y cantaba mientras me enjabonaba. De repente en plena canción la pastilla de jabón salió disparada a la taza del water zassss. Lanzamiento directo. Se mascaba la tragedia. Antes de romper a llorar, pensé que igual podría hacer algo y ni corta ni perezosa metí mi brazo hasta el fondo de la taza.

Tampoco olvidaré la cara que pusieron en mi casa cuando me vieron salir del lavabo toda contenta saltando de alegría… No ha pasado nada!!! He recuperado la pastilla!!!… Con mi brazo en alto y el puño cerrado alrededor de un chorizo y no precisamente de Pamplona.

1 comentario:

  1. ¡Qué ricurita! Jejejejeje... Yo no lloraba, pero me sabía tan mal que luego no pedía ni la merienda en casa, no hablaba, ni me quejaba ni nada. Hacía los deberes en silencio y sin rechistar y me quedaba incluso sin ver la tele como auto castigo o algo así.

    ¡Besotes reina! :*******

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