Con mi tía en el hospital comentábamos la gran verdad de la frase “día no reído es día no vivido” y le dimos su dosis diaria, explicando historias que nos habían pasado. Ayer nos dijo que por la noche las repasa y que muchas veces se le escapa la carcajada. La compañera de la cama de al lado pregunta el motivo de sus risas y ella contesta: “estoy pensando en mis sobrinas”. A las penas carcajadas, definitivamente mucho más efectivas que las famosas puñalás. Es una buena forma de alejar la tristeza, aunque sea por unos segundos.
A la salida del hospital, cuando íbamos a cenar, hablábamos de las avanzadillas de un socio del videoclub con Lara. Le lanza piropos, insinuaciones, miraditas… A Lara le hace un poquillo de gracia el muchacho y Sufumu, mi marido y una servidora empezamos a maquinar… Cuando venga le dices: “Has sido el afortunado ganador del sorteo INVITA A LARA A CENAR…”. Claro tía porque encima no vas a correr tú con el gasto de la cena… Que se rasque el bolsillo (pero sin vicio eh)… Sí, anda ya poneos en mi lugar que vosotros no lo haríais. ¿Alguna otra idea? Entonces empezó el momento “degenere”, pero no sacamos mucho más en claro y en esas risas agotamos las últimas energías que nos quedaban.
Durante la cena, estuvimos más callados de lo habitual, concentrados cada uno en nuestros pensamientos, apenas movíamos la cabeza para ver a Marc Anthony en concierto en la pantalla gigante del bar. Primera conclusión: para cantar bien es imprescindible tener una boca grande. Segunda conclusión: qué feo es el condenao…