Dos mujeres y dos vidas. Una anciana, rondando el centenario, sola en el mundo y gritando: Matadme!!! Me quiero morir!!!! A escasos dos metros de distancia, una mujer que no ha llegado a los setenta y aparenta muchos menos reposa tranquila en su cama mirando la pared distraída… pensando en voz baja… Ojalá hubiera venido antes al médico…
Una ligera cortina separa ambas vidas y como un telón de acero las aleja infinitamente. Qué injusta es la vida a veces que da pan a quien no tiene dientes y nubes de espuma a propietarios de afiladas mandíbulas.
Los gritos aterradores me giraron la piel y mi carne quedó al descubierto erizada, los pensamientos en silencio confesados un poco más tarde volvieron a colocar mi piel en su lugar, pero ya nada es igual. Han debido quedar algunos pliegues mal colocados y hoy soy diferente. Me siento más vulnerable, más débil, menos persona y más alma y duele.
Pero el sol alisa los pliegues y mañana volveré a sonreír y seguramente en lugar de pensar en los alaridos pidiendo la muerte de una abuelita cansada de vivir, pensaré en la picardía de la anciana tocando el timbre y haciéndose luego la dormida sólo y únicamente por el placer de tocar las pelotas a las enfermeras, siguiendo la magnífica máxima de… aquí follamos todos o se pincha la muñeca.