Casi cada noche antes de dormir, me invento un cuento y se lo explico a J. A veces la protagonista es una tortuga que quiere llegar a una isla, otras una niña que tiene pecas y zapatos azules y nunca repito tema ni historia.
Sin embargo J siempre empieza igual sus cuentos. Había un vez una niña muy bonita… Yo le interrumpo… ¿se llamaba Jairaki? Sí, se llamaba así. Sigue… que iba caminando por un bosque… Vuelvo a interrumpir…¿y se encuentra con un lobo? Sí, se encuentra con un lobo. Aquí se acaba el cuento, porque yo ya me quejo de que siempre es el mismo. Entonces cambia… Había una vez una niña que iba paseando por un pueblo… pero la niña se vuelve a encontrar con el lobo y me vuelvo a quejar de la injusticia cometida. El otro día me sorprendió gratamente. Me explicó la historia de una niña que iba paseando por la playa y, aunque parezca mentira, no se encontró con un lobo. Empezó a escarbar en la arena y apareció un pie que pertenecía a una pierna de una persona muerta. La niña pilló tal trauma que se dedicó a matar gente en la playa y enterrar sus cuerpos en la arena y colorín colorado el cuento se ha acabado. Me gustó mucho el cuento porque era diferente y me sorprendió el final y además no aparecía ningún lobo.
Ayer me quedé dormida en el sofá y tuve pesadillas. Cuando me desperté y me fui a la cama muerta de miedo le pedí a J. que me contara un cuento, pero que fuera muy muy feliz y que no salieran ni muertos, ni pies, ni caperucitas. Había una niña… que se encontró a un niño y le dijo bonito. Colorín, colorado este cuento se ha acabado. Me dormí toda tranquila y sin miedo.