¿Estás nerviosa? No, al contrario. Estoy muy relajada y tranquila. Bien, eso es bueno. ¿Lo has hecho antes? No, nunca, aunque es cierto que he soñado muchas veces con este momento. Aha… ¿y tienes ganas? Muchísimas. Eso es también muy importante que no lo hagas obligada. Bien, pues empecemos…
Una extraña sensación de euforia recorría mi cuerpo y me parecía increíble que hubiese llegado el momento. La voz de mi desvirgador me despertó de mis ensoñaciones… Ei que te pierdo antes de empezar… Ponte el cinturón…
Estos son los intermitentes (derecho e izquierdo), las luces, las marchas… primera, segunda, cuarta, quinta… limpiaparabrisas, freno de mano, … ¿Me puede volver a explicar lo de los intermitentes? es que confundo la izquierda y la derecha. Levantamiento de ceja del profesor. Más levantamiento cuándo intenté arrancar con el freno de mano puesto y ya se le salían de la cabeza con los acelerones que pegaba y los volantazos. Todo el relajamiento y tranquilidad que acumulaba se disipó como por arte de magia y en su lugar aparecieron un sinfín de despropósitos.
Sé que no debo conducir por la izquierda y que acelerar y embragar tampoco. Después de 30 veces que me lo repitió yo asentía. Sí, sí, ... ya, ya, si mi cerebro le hace caso pero mis pies no reaccionan. Pero ¿¿has aprobado la teórica?? ¡No ves que esta calle es dirección prohibida! ¡¡Pero no mires las marchas cuando las cambies!!
Convertida en un manojo de nervios y tiesa como un palo, me dio por pensar en voz alta… Que mala, soy nefasta Dios, una negada total. ¿Alguna vez ha conducido con alguien así? El profesor ya no sabía qué decir. No aceleres tanto, no corras tanto… ¡Pero si voy a 20! Estaba confundiendo el cuentarevoluciones con el cuentakilómetros. Iba rápido para coger curvas a 70. Cuando aprendí a saber a cuánto iba, fue cuando empecé a crear una hermosa caravana. Otra rotonda, cuidado que volcamos. Me frenó unas cuántas veces y otras tantas tuvo que controlar el volante. Yo seguía pensando en voz alta. No, si soy masoquista. Nunca antes había pagado por sufrir tanto. Ya, ya, que frene. No si es que me duele el estómago, la cabeza, la nuca y las piernas. ¿Qué hora es? Tranquila que si a las seis seguimos en carretera no te dejaré tirada. No si es para bajarme ya. Dios que acabe esto. ¿Qué puedo respirar? No, que me desconcentro. Bufar sí que bufaba. Todo el rato. Buffff, bufff. Al regresar a la autoescuela les avisé. No os extrañe nada si os pide un aumento de sueldo o se coge la jubilación anticipada el señor profesor… No si más canas ya le vemos...
J por la noche, al explicarle todas las barbaridades que había hecho, me decía que se moría de la risa conmigo. Mira igualito que el profesor él también se moría… pero de miedo. ¿Lo peor? Que hoy tengo que volver. Igual me tomo un carajillo antes para tranquilizarme un poco.