domingo, septiembre 11, 2011

Nada queda...

A fuerza de lavados mentales, los restos de las caricias desparecen de la piel, los besos de los labios y el calor de los abrazos. La memoria juega a ser lavadora y centrifuga en programa largo, mezclando realidad y recuerdos, escupiendo un extraño collage desteñido y arrugado que nada tiene que ver con los pinchazos en el estómago y la sonrisa en los labios que evocaba el recuerdo, antes de ser llevados a la tintorería de las emociones reales, para que no duela.

Cuando la única explicación es el eco desesperado de tus propias preguntas es que ha llegado la hora de añadir lejía al cajetín y hasta ácido clorhídrico si fuera necesario. Ya no importa como vaya a salir parada la colada. Se trata de pura supervivencia. La memoria juega en tu equipo y llegará un día que esos recuerdos te dejarán inalterable, sin dolor, sin preguntas, sin huella, como las pisadas que dejas en la arena y que se las comen las olas hambrientas. Solo se trata de esperar.

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