Además de imaginar la vida de las personas que se nos cruzan, Sufumu y una servidora tenemos la costumbre de dejarnos invadir por conversaciones ajenas. Algunas nos hacen reír y tenemos que disimular para que no se note que estamos con la oreja pegada, pero normalmente las conversaciones captadas no es que tengan un volumen bajito precisamente.
Hace unos meses comiendo en una terraza cerca del trabajo, teníamos a dos mesas de nosotras a un señor con un mono azul y otro señor sin mono que estaba tramitando el divorcio del primero. Cuando el del mono se perdió por el interior del bar, sonó el móvil del segundo… piii… piiii… piii….
- Hola que tal!!!! Sí, todo perfecto como siempre… Oye por cierto… te acuerdas del Mercedes aquel de 5 kilos que me iba a comprar… ¿Sí? Pues me he comprado DOS! Uno para mi y otro para la chati… No, esa no… ¿Qué te presente a la mulata? Ni hablar…. Que te conozco…
Las caras nuestras eran un poema… Será fantasmón… Qué tío… Qué asco… Y luego colgó y siguió hablando de cómo iba a dejar sin blanca a la mujer del señor del mono y las estrategias que tenían que seguir.
Durante un tiempo a la Sufu y a mí se nos pegó la coletilla… ¿Oye qué estaba diciendo? Ah, sí, que si te acuerdas del Mercedes que me iba a comprar…
Hoy desayunando a nuestro lado un chico descamisado y su compañero de obra… Pep, el dueño del bar, le ha volcado medio cortado encima. Joeee Pep… Luego le dice al compañero: Ya le vale al Ranger mira como me ha dejado los pantalones y no me da ni una servilleta… Lo difícil era distinguir la mancha del cortado en los pantalones, entre las de yeso y pintura, pero por allí andaba seguramente.
La palma de conversaciones ajenas se la llevan sin duda unos taxistas improvisados en México. Se ofrecieron a llevarnos por un importe acordado de San Juan de Chamula a San Cristóbal de las Casas. Tenían que comprar allí tornillos y así aprovechaban el viaje.
Nosotros ocupamos los asientos traseros y delante, ajenos a nosotros, seguían describiendo una pelea reciente. Sufumu me dejó la pierna morada de pellizcos y casi nos ahogamos aguantándonos las risas. Sus comentarios no tenían desperdicio… Le fui mentando a su madre hasta Comachán… El contraste entre el dulce acento y las barbaridades que iban diciendo enganchaba. Su chingada madre clavada en una verga… A puntito estuvimos de pedir que nos volviesen a llevar a San Juan y otra vez a San Cristóbal y así eternamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Cuéntate algo...