miércoles, junio 22, 2011

Muñecas...

Cuando la salud de mi madre nos daba una tregua, no importaba la fecha que fuera, cogíamos el coche y nos íbamos de vacaciones. Hacíamos redacciones de los sitios que veíamos y no íbamos a clase.

Un 850 blanco con la baca y el pequeño espacio de maletero delante del coche a reventar y cuatro niñas con edades comprendidas entre los 10 y los dos años, hacía que mi madre fuera una experta en tetrix para conseguir colocar todo lo que nos llevábamos en aquel reducido espacio. Había una regla inquebrantable a cumplir… una muñeca por niña, ni una más. Allí estaba la familia al completo, las cuatro niñas y sus cuatro muñecas.

Cuando considerábamos que ya nos habíamos alejado suficiente de nuestro hogar y que no habría lugar a regresar de nuevo, nos mirábamos en silencio y empezaban a surgir más muñecas. Mi padre miraba por el retrovisor, se hacía el enfadado, juraba en arameo y le decíamos: no papá, ahora no vamos a dar la vuelta. ¡Las tiro por la ventanilla…!

Ji ji ji nos reíamos en silencio ya que sabíamos que nunca cumplía su amenaza y nos mirábamos todas orgullosas de nuestra audacia.

Cuando esté suficientemente lejos del hogar y vuelva a tener la valentía y osadía que te van quitando los años, volveré a sacar la muñeca escondida estando segura de que no habrá marcha atrás.

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