viernes, junio 10, 2011

“Te voy a comer to el …

Viernes, 16 horas. Vivir en un pueblo, cerca pero lejos de la civilización, es lo que tiene. Un viernes cualquiera te encuentras con un gallo, cruzando un puente de la carretera. Es un pueblo costero y -qué rayos- me sorprendió y empecé a sacarle fotos ajena a todo (rotonda encima del puente y coches que pasaban). De repente un grito masculino procedente de un coche… “Te voy a comer to el c…., guaaarra”. Yo seguí a lo mío, con mi gallo y sin saber si el alarido del coche iba por mí o por cualquier otra persona que estuviera más cerca del vehículo. Si la frase del chuloputas gritón iba por mí, seguramente hizo un gran ridículo delante de sus amigotes (fijo que iba acompañado) porque el ignore absoluto suele joder bastante. Ay el género masculino, que lastimica...

Lunes, 8 am: Bajo las escaleras del metro con la cara lavada, casi sin peinar, las ojeras recién colocadas, los párpados a media asta y despierta al 50%. Dos chavales pasan por mi lado. Uno me mira fijamente y me pongo en guardia para contestar. Esta vez… cara a cara la armo. Venga lanza tu comentario soez que mi espada está preparada… “Madre mía, esto sí es una mujer guapa”. Seguí bajando las escaleras, con mi espada en su funda, reconciliada de nuevo con el género masculino y con una sonrisa que no se borró en tres paradas de metro por lo menos. Cuánta razón tenía Alejandro Dumas y es que todas las generalizaciones son peligrosas, incluso ésta.

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