El día 24, justo cuando mi marido salió del trabajo, nos dirigimos a Valladolid. Al final fuimos los dos solos. Llegamos sobre las 11 de la noche al hospital. Allí estaba esperando en la calle mi madre. Qué ganas de abrazarla, qué alegría verla allí. Unos pasos atrás estaba su hermana, y en la sala de espera de la UVI, la preciosa Sufumu que había preparado la cena de Nochebuena.
Encima de las sillas de plástico, donde las tres llevaban durmiendo una semana, había colocado unas bolsas de plástico del super del Corte Inglés, con motivos navideños, a modo de mantel y encima los platos. Después de los abrazos, los besos y los achuchones dimos buena cuenta del pastel de langostinos, que habían comprado, el foie, las ensaladas de marisco y polvorones. Después del viaje esa comida nos supo a gloria. Una nochebuena diferente, pero no peor. Allí estábamos como una piña, intentando que el ánimo no se fuera abajo.
Pensé que nunca podría admirar a mi madre más de lo que ya lo hacía, pero veo que la admiración por ella siempre es poca y crece constantemente. Su estado de salud delicado, no le impide estar al pie del cañón, esperando las buenas noticias, toreando los nervios de todos, animando siempre y cuando más se necesita, sobreponiendo su comodidad y salud, por aquellos a quienes quiere. Es realmente una Diosa.
Qué decir de Sufumu… de tal palo tal astilla. Mi admiración por ella también es muy grande. Cuando tenía 16 años, se trasladó a Burgos para cuidar a nuestro tío (otro hermano de mi madre ya fallecido por el dichoso cáncer). Le movió todo el tema de hospitales, controles, sesiones… Le cocinaba y le acompañaba a todas partes. Esta vez de nuevo vuelve a ser la jabata que siempre ha sido. Habiéndose levantado a las seis para currar, cogió un coche que las dejaron y para Valladolid que se fue con mi madre y mi tía, sin parar casi ni para comer y allí estaba durmiendo en la silla del hospital durante cinco días, ayudando a las dos joyas que iban con ella. Toreando problemas ajenos a la salud de mi tío, muy graves.
También estoy muy orgullosa de nuestra tía C. religiosa de las que realmente creen en lo que hacen y que como mi madre también antepone muchas cosas antes que ella. Su estado de salud es muy delicado, agravado por una caída que tuvo hace unos meses y allí estaba ella al pie del cañón.
He descubierto lo que es el amor con mayúsculas. T., la novia de mi tío, también demuestra lo que es querer incondicionalmente y lo generosa que puede llegar a ser la especie humana.
Para mi amado marido me faltan las palabras. Lo suyo es querer también en mayúsculas, aguantando mis nervios, apoyando y dando una tranquilidad serena a los que estamos a su alrededor que hace que parezca que nunca vaya a pasar nada, queriendo a mi familia como la suya propia. Bendito el día en el que le conocí.
Ayer los médicos dieron una buena noticia, parece que un pulmón empieza a reaccionar. No es para tirar cohetes, pero es una buena noticia. Regresamos entre nieves y carreteras cortadas, pero sin problema. Sufumu nos seguía con nuestra tía y nuestra madre se quedó en Valladolid, no quiere volver hasta que no esté bien. La dejamos en una residencia de monjas, por lo menos no tendrá que dormir en las sillas del hospital y el 29 Sufumu regresará hasta el 10 de enero.
Desde aquí os pido un favor. Cuando Sufu vaya a Valladolid el jueves me gustaría que le llevase a mi madre impresos vuestros comentarios de apoyo. No le he dicho nada de esto a ella, pero sé que le hará mucha ilusión. No se sentirá sola. Ella sigue escribiendo en su libretita y tendrá tiempo de contestaros y con sumo gusto le colgaré en su blog sus respuestas.
Gracias a todos.
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